Nombre: Gastón
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

domingo, 17 de setiembre de 2006

El criminal y la coca cola

Por primera vez en mi vida, estuve parado a un metro de Abimael Guzmán. Valga decir que la experiencia me impresionó tanto como para sentarme a escribirlo. Estaba allí, sentado junto a Elena Iparraguirre, Oscar Ramírez (la gente insiste en llamarlo "Feliciano") Osmán Morote, y todos esos nombres que en mis días de colegio asocié a coches bomba, apagones y a primeras planas con gente deshecha a todo color.

Cuándo uno se pregunta qué lo llevó a escoger la vida que tiene, la respuesta suele andar en un hecho de infancia. Yo me decidí a ser periodista esos domingos por la noche, echado en la cama de mis papás, entre Panorama y En Persona -a veces era Contrapunto- viendo el desfile del horror. Los reporteros caminando por la puna tras los pasos de una columna senderista, reconstruyendo el ataque a una comisaría, un juicio popular, una emboscada, balas, sangre, miedo, horror, valor, mierda, Tarata, Lucanamarca, Frecuencia Latina, los recuerdos de mi infancia y al final, mi vocación.

Así lo estuve mirando rato largo. El de espaldas, el cabello cano, la barba macilenta y el bigotito recortado que asomaba cada vez que se giraba a hablar con otro de los procesados. La pinta de cualquier jubilado sentado a la espera de su combi, pero éste tenía muy mala sombra. Zorba el griego y la captura del siglo vistos en la tele tantas veces y ahora lo tenía allí, tan cerca que podría haberlo tocado de no mediar un vidrio blindado y los agentes de seguridad necesarios.

Me miró, o yo creo que me miró, no sé si los vidrios son polarizados del otro lado. Pero sé que mis ojos cruzaron los suyos. Vi a los ojos a Abimael Guzmán Reynoso.
Un fulano que ojeaba periódicos mientras la fiscalía iba repasando el catálogo de la barbarie. Que devolvía la sonrisa a su mujer cuando ésta le hablaba, y que agradeció el vaso de coca cola que les ofrecieron en el intermedio, como en el cine (de qué carajos se reía la chica de la coca cola).

Al final, las sobras de la botella que les repartieron a los senderistas, se la sirvieron al policía que cuidaba la puerta.

6 Comments:

Blogger Angel Castillo Fernández said...

...a mí me pasó algo parecido la primera vez que vi en vivo y en directo la pelada de Montesinos, aunque creo que la experiencia tuya (habida cuenta del personaje) fue mucho más intensa. Qué gusto me da volverte a leer mi estimadísimo Gastón.

8:30 p. m.  
Blogger Sludgeman said...

A que te provocó meterle un lapo....y en el caso de Montesinos, un lapo con babita en la pelada...

1:36 p. m.  
Blogger M. said...

Abimael Guzmán. Un icono de nuestra generación, o más bien parte de un hito en la historia.
Aclarando por si acaso, que los iconos son amorales, ni buenos ni malos.
¿Que viste en sus ojos?

3:42 p. m.  
Blogger Gastón said...

Los ìconos son amorales, si. Sus ojos no dicen nada, eso es lo desesperante. Parece que no siente nada.

7:41 p. m.  
Blogger Gonz said...

Iconografía, moral y el fondo de los ojos, por Gastón Gaviola. Todo un tratado que merece ser leído. Interesante retorno.

11:39 a. m.  
Blogger Gastón said...

Gracias, gracias... =)

5:06 p. m.  

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