Días de fiesta
Diciembre siempre resulta siendo un mes complicado, desde que estudiaba (Dios, qué lejano suena a veces...) los exámenes de fin de año, mi cumpleaños, el de mi bro, y por supuesto, Navidad y Año Nuevo.
Como era de suponerse, respuesto de los descalabros de las primeras celebraciones, nos encontramos a veintitantos de diciembre y sin un sólo regalo para comprar. LOs que planeaban mandarme el cuento de que la Navidad es una fiesta convertida en una orgía consumista, irse ahorrándola por favor; siempre, siempre, me ha gstado comprar regalos, casi tanto como recibirlos. La cosa es que ahí estábamos, Jockey Plaza, jueves ocho de la noche. Desde el intento de comernos una hamburguesa fue todo un caos, que pos supuesto, aunque me queje, disfruto.
PAsaban las horas y al final, desparramados en el taxi, con más bolsas de las que queríamos cargar, nos dirigimos a casa. Siguiente paso del plan, quién los envuelve. Problema solucionado, llamábamos a nuestra hijita de indias, aka "la China", le dábamos tres litros de Coca Cola, 20 pliegos de papel regalo y problema solucionado, pero no, a la niña se le ocurrió treparse a la mesa a leer noticias, justo ahorita, mientras escribo, así que caballero, tan pronto termine esto, supongo que deberé cambiarme para ir a mi última tortura navideña.
Que esa es otra. TENGO TIEMPO!. Sí, harto ya de salur en las fotos familiares de Navidad... día del Padre, Madre, Fiestas Patrias y largo etecé que los mortales están acostumbrados a celebrar como si tal cosa, este año me tocó descansar en el canal para navidad. Tres diotas para mi solito; así que hasta el martes no hay colegio. Lo malo -siempre viene "lo malo"- es que por el sorteo en que me tocó este horario, deberé trabajar por Año Nuevo. Ya le había adelantado a M mis planes de irnos al Cusco a celebrar, pero conforme pasaban los días, fuimos variando a Arequipa, luego (un poquito más cerca) a Paracas, hasta que la realidad nos estrelló con un : "trabajas el 31 hasta las 11 y el primero entras después de almuerzo). Así que más les vale estar recontra pendientes de las noticias esos días, porque me va a tocar trabahjar, asumiendo que habrá algún entre raro que quiera estar más que bien informado por esos días.
Lo bonito fue que Lore lo tomó muy bien. Es la vida elegida por ambos, para ella no es un secreto que la próxima premiada puede ser ella y que nos esperan muchos años en el mismo plan; así que hemos resuelto celebrar con champán allí mismo, con el resto de compañeros de infortunio y de allí irnos a algún lugar a recibir las doce campanadas uno en compañía del otro, sin mucho aspaviento. Y bueno pues, qué puedo decir, el cambio de rutina me gusta.
Estos más gordo que hace un mes, demasiados lonchecitos, cenas, cumpleaños, panetones, brindis. Que los tíos, que los amigos del colegio, que los de aquí y más allá. Y mientras escribo, siento a mi madre en la cocina cantar bajito, preparando su puré de manzanas, mientras hasta aquí me llega el olor del pavo que ya está en el horno. ALguna vez les hablé de los olores, pero olvidé este, y creo que es el más evocador, el olor del pavo horneado de mi madre, junto al chocolate caliente, la pólvora de los cuetones, su olor acre que me acostumbraría a seguir oliendo ya crecidito.
Se acaba el año y tengo que hacer el balance de pérdidas y ganancias. Ya tocará, ya tocará. De momento, a los que creen y a los que no, feliz Navidad.
Como era de suponerse, respuesto de los descalabros de las primeras celebraciones, nos encontramos a veintitantos de diciembre y sin un sólo regalo para comprar. LOs que planeaban mandarme el cuento de que la Navidad es una fiesta convertida en una orgía consumista, irse ahorrándola por favor; siempre, siempre, me ha gstado comprar regalos, casi tanto como recibirlos. La cosa es que ahí estábamos, Jockey Plaza, jueves ocho de la noche. Desde el intento de comernos una hamburguesa fue todo un caos, que pos supuesto, aunque me queje, disfruto.
PAsaban las horas y al final, desparramados en el taxi, con más bolsas de las que queríamos cargar, nos dirigimos a casa. Siguiente paso del plan, quién los envuelve. Problema solucionado, llamábamos a nuestra hijita de indias, aka "la China", le dábamos tres litros de Coca Cola, 20 pliegos de papel regalo y problema solucionado, pero no, a la niña se le ocurrió treparse a la mesa a leer noticias, justo ahorita, mientras escribo, así que caballero, tan pronto termine esto, supongo que deberé cambiarme para ir a mi última tortura navideña.
Que esa es otra. TENGO TIEMPO!. Sí, harto ya de salur en las fotos familiares de Navidad... día del Padre, Madre, Fiestas Patrias y largo etecé que los mortales están acostumbrados a celebrar como si tal cosa, este año me tocó descansar en el canal para navidad. Tres diotas para mi solito; así que hasta el martes no hay colegio. Lo malo -siempre viene "lo malo"- es que por el sorteo en que me tocó este horario, deberé trabajar por Año Nuevo. Ya le había adelantado a M mis planes de irnos al Cusco a celebrar, pero conforme pasaban los días, fuimos variando a Arequipa, luego (un poquito más cerca) a Paracas, hasta que la realidad nos estrelló con un : "trabajas el 31 hasta las 11 y el primero entras después de almuerzo). Así que más les vale estar recontra pendientes de las noticias esos días, porque me va a tocar trabahjar, asumiendo que habrá algún entre raro que quiera estar más que bien informado por esos días.
Lo bonito fue que Lore lo tomó muy bien. Es la vida elegida por ambos, para ella no es un secreto que la próxima premiada puede ser ella y que nos esperan muchos años en el mismo plan; así que hemos resuelto celebrar con champán allí mismo, con el resto de compañeros de infortunio y de allí irnos a algún lugar a recibir las doce campanadas uno en compañía del otro, sin mucho aspaviento. Y bueno pues, qué puedo decir, el cambio de rutina me gusta.
Estos más gordo que hace un mes, demasiados lonchecitos, cenas, cumpleaños, panetones, brindis. Que los tíos, que los amigos del colegio, que los de aquí y más allá. Y mientras escribo, siento a mi madre en la cocina cantar bajito, preparando su puré de manzanas, mientras hasta aquí me llega el olor del pavo que ya está en el horno. ALguna vez les hablé de los olores, pero olvidé este, y creo que es el más evocador, el olor del pavo horneado de mi madre, junto al chocolate caliente, la pólvora de los cuetones, su olor acre que me acostumbraría a seguir oliendo ya crecidito.
Se acaba el año y tengo que hacer el balance de pérdidas y ganancias. Ya tocará, ya tocará. De momento, a los que creen y a los que no, feliz Navidad.
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