Sábado de miércoles

Era espantoso,

era un rebote horroroso.

La noche era horrible y eterna.

Cuando la cama me da vueltas. Pedro Suárez-Vértiz

No, no es que como hoy es miércoles, se me ocurrió ese título. Sucede que no iba a escribir sábado de mierda, porque como saben, yo nunca digo esas cosas.

Mi sábado empezó, como para la mayoría de limeños, cinco minutos anntes de las 8 de la mañana, cuando la tierra tembló otra vez, y yo que tengo la costumbre de dormir con la cama pegada a la ventana -me gusta ver el cielo cuando despierto- salté como un ratón cuando en medio del sueño escuché la tembladera antes de sentirla. Además, a uno le quedan sus recuerdos , cuando todavía había la posibilidad de que el tembñor no solo rompiera el sueño y una ventana, si no que te trajera encima los 4 pisos del hotelito-matadero donde acabamos esos lindos días en Ica.

Así que de esa manera empezó mi sábado. Medio dormido y parado en pijama en la puerta de mi casa, con una zapatilla puesta y los teléfonos en la otra ( si algo me enseñó Duro de Matar 1, es que andar descalzo con vidrios no es negocio). Tons, como todo buen chancón, llamar al canal para preguntar inocentemente si necesitan algo, abrigando la secreta esperanza de que te digan, no, todo bien, regresa a dormir nomás. Sí, eso iban a decir, así que a la media hora ya estaba en la redacción, luego de habermcontestado y hecho mil llamadas, como la de mi pata Rikki asegurándome que sólo había sido parte de su resaca...

Hora del almuerzo, regreso a casa cansado como un trapo. Y es que olvidé mencionar que ese sábado era mi día luibre y me había acostado la noche anterior cerca de las 4 de la maraca. Tratar de dormir un poco más entonces. No amor, no creo que pueda ir a comprar los regalos contigo. Zzzzz. Aló?, sí estaba tratando de dormir. Sí, me ligó una media hora. Ya, qué bueno. BesossssZZZZZ.

De nuevo. Mi hermano, en terno, la esposa en traje largo. Yo en boxer y camiseta sobre mi cama. AH, claro, el matrimonio de G. No man, no la hago, además tengo otro compromiso en la noche. Estpy cansado. ChausssZZzzz. Ahora el que me despierta es mi estómago. Ya casi no hay luz de sol y salvo unas galletas no como desde ayer. Debe ser por eso que las tripas me han despertado. Ni modo. Busco algo de comer y decido que la batalla por dormir la he vuelto a perder. Ni modo (again). Me arreglo para el compromiso de la noche.

Lo hice demasiado temprano, me quedo dormido con la ropa puesta y hago pelota la camisa que pensaba ponerme. A plancharla... Llega la hora de la cena. Maravillosa, comí, ahora sí, hasta reventar. Champiñones rellenos, mi vodka lime de toda la vida, rissoto de mariscos con salsa de mostaza. Finalmente, pensé, me ligó una en el día. Salvo cuando, haciendo oídos sordos -literalmente- a las indicaciones de Lore, me atreví discutir la elección del vino(somos un matriarcado, cuándo te vas a dar cuenta, me dijo oronda, la rubia) todo iba bien. Ah, el vnito relajaba los sentidos, vino el postre de chirimoya, y pensé que el maldito día quedaba atrñás.

Regresaba a casa, cortesía de mi suegra. Y tadaaaaaá! suena el nextel, o sea, la chamba, o sea la jefa mayor (allí también somos un matriarcado) o sea, toca joderse, a las 11 y media de la noche. Sí, no hay problema. Dos mil kilos de coca. Ya, voy para allá. O sea, de Miraflores de a La Molina (gracias de nuevo). Muchos policías, mucha coca, yo con dos horas de sueño y alegría en el organismo.

Legué a casa a las 4 de la mañana, 21 horas después de haber iniciado mi día. No, no puede ser, pensaba. Si esta noche vuelve a temblar, no salgo así me caiga la casa encima.