La espera
Y ni tan dulce. Justamente ayer lunes, conversaba con dos viejos amigos (por el tiempo, y porque ya están bien tíos ambos, hijos incluídos) sobre todo lo que tenemos que esperar. Sin ir muy lejos, nos encontrábamos desde las 3 de la tarde en la Presidencia del Consejo de Ministros mirándonos las caras sin saber muy bien qué hacer.
La gente dormía, hacía crucigramas, dormía (sí, de nuevo), leía algún libro que se trajo o simplemente se dedicaba a conversar. Pero eran demasiadas horas. Hasta las nueve de la noche habían pasado 6 horas y bueno, no había nada qué hacer. Pueden imaginarse a un grupo de gente sentada sin nada que hacer.
Y no me refiero a las colas del seguro o para comprar las entradas al concierto de Soda (ja! de heeecho que viene) si no simplemente al acto de verse lac ara por horas con tus compañeros de trabajo porque implemente no te queda otra.
En mi caso, me encerré dentro de una novela que ando leyendo. Mi última adquisición en la Feria del Libro, cortesía de Lore, que tiene un muy buen gusto para escoger esas cosas. Una trilogía en clave de autobiografía, sobre Auswitz y sus horrores. Al rato me uní al intercambio y tráfico de periodicos, que con Sudokus, historietas y crucigramas, se convierten en oro en polvo en estas esperas gigantes.
Y hoy es otr. Tengo 3 horas esperando en la sala de prensa del Congreso, para que se decida un tema de la mesa Directiva que debe ser elegida, y por supuesto, aquí no pasa nada. Y cómo son las cosas, no? Las pocas máquinas con internet son ocupadas, ávidas por quienes tienen que pasar sus notas a los medios, y las aún más escasas máquinas libres -como esta- cuidadas de que nadie te las atrase. Porque aquí la gente ni va al baño con tal de no perder su sitio. Y en eso estamos, esperando.
Ya ni sé que más escribir. Me aburro.
La gente dormía, hacía crucigramas, dormía (sí, de nuevo), leía algún libro que se trajo o simplemente se dedicaba a conversar. Pero eran demasiadas horas. Hasta las nueve de la noche habían pasado 6 horas y bueno, no había nada qué hacer. Pueden imaginarse a un grupo de gente sentada sin nada que hacer.
Y no me refiero a las colas del seguro o para comprar las entradas al concierto de Soda (ja! de heeecho que viene) si no simplemente al acto de verse lac ara por horas con tus compañeros de trabajo porque implemente no te queda otra.
En mi caso, me encerré dentro de una novela que ando leyendo. Mi última adquisición en la Feria del Libro, cortesía de Lore, que tiene un muy buen gusto para escoger esas cosas. Una trilogía en clave de autobiografía, sobre Auswitz y sus horrores. Al rato me uní al intercambio y tráfico de periodicos, que con Sudokus, historietas y crucigramas, se convierten en oro en polvo en estas esperas gigantes.
Y hoy es otr. Tengo 3 horas esperando en la sala de prensa del Congreso, para que se decida un tema de la mesa Directiva que debe ser elegida, y por supuesto, aquí no pasa nada. Y cómo son las cosas, no? Las pocas máquinas con internet son ocupadas, ávidas por quienes tienen que pasar sus notas a los medios, y las aún más escasas máquinas libres -como esta- cuidadas de que nadie te las atrase. Porque aquí la gente ni va al baño con tal de no perder su sitio. Y en eso estamos, esperando.
Ya ni sé que más escribir. Me aburro.
3 Comments:
A mí me pasa la mismo pero en el salón de la universidad, así que mejor me pongo a leer la novela de turno y coloco en mis orejas mi Mp3, se pasa volando el tiempo.
Oye! Eso de los viejos no lo habrás dicho x mi, no? Jaaaa, muy cague de risa! Muerte a Del Castillo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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