El día siguiente
Puedo ver a Lore en la tele, desde mi cama. Luce cansada. No tengo los lentes puestos, pero le siento la voz. Está en la plaza, donde la gente a dormido a la intemperie cubierta con frazadas, al lado de sus familiares muertos. Nadie los levanta aún, y ellos no los quieren dejar. Son apenas unos minutos pasadas las seis de la mañana, el paisaje que presenta la cámara de Chuto es desolador. Lorena lo explica todo. Sus imágenes salen por dos canales a la vez.
De mi hermano no supimos nada toda la noche. Llego al canal, con ropa más cómoda que el terno que me pongo todos los días. Igual nos toca cubrir lo que pasó aquí. Recorremos toda la ciudad. Me voy a referir a lo que vi en Barrios Altos, en el Callejón del Buque. La miseria allí es difícil de explicar, 150 personas en un solar de tres pisos que convirtieron cada habitación en una casa.
Todo el edificio está agrietado y uno no distingue las rajaduras de la noche pasada, de las de viejos terremotos que el solar ha resistido. Antes de salir en cámaras insisto con mi hermano; no sabemos nada. Una mujer nos cuenta de lo mal que la pasaron. Dos ancianitos me invitan a pasar su casa. El es un hombre paralítico, ella apenas puede ver y es sorda. Me ignora y sigue en su sopa. El homnbre nos explica la impotencia de no poder ssalir, sólo tomar la mano de su mujer que no se quería tomar la medicina.
Mientras lo escuchaba con su tono cansado, pensabe en que esto debe ser el amor. Esperar la muerte, sereno, en un viejo solar decrépito y abandonado como uno mismo; tomando la mano de tu mujer. Incapaz de dejar tu casa así quisieras y hubieran escaleras en vez de tablas empotradas, y uno tuviera fuerzas y 30 años menos, y ganas de empezar todo de nuevo.
Terminamos el despacho. Nos comemos al vuelo un tamal en la tienda de la puerta del solar. Hay que seguir patrullando la ciudad. Ya pasó la hora del almuerzo y el estúpido de mi hermano sigue sin aparecer.
He podido hablar con Lore. Las cosas allá están terribles. Nos hemos visto mutuamente en la pantalla. Es curiosa esta relación. Antes la gente debía esperar una larga carta para saber de las desgracias de un pariente, ahora basta una llamada telefónica (cuando se puede) y en nuestro caso privilegiado, tener la señal del canal que nos permite ver en qué anda el otro. Nos damos consejos mutuamente, tratamos de hacer algunas bromas para levantarnos el ánimo. Nos extrañamos, cada uno hubiera preferido quedarse trabajando al lado del otro, pero así es la vida que hemos escogido juntos.
Ella mantiene el mismo peinado que ayer, imperturbable a pesar de no haber dormido en 36 horas. Es una buena chica, todos saben que va a llegar muy lejos. Nos deseamos suerte, y seguimos cada uno en lo suyo, tratando de no pensar. De mantener la distancia con la desgracia. La gente sigue llegando al canal. Nos preguntan si sabemos de sus familias. Nos dan nombres directamente. Su presencia me ofusca, nosotros no tenemos la llave de sus problemas. Me siento molesto, yo no sé nada de mi hermano, porqué tendría que saber algo de los de ellos. No se los puedo decir, hay cosas que no se hacen. Pobre gente. Me siento una mierda por pensar así.
Todo el día es lo mismo. Donaciones de sangre, de víveres, de frazadas. La gente se pone de pie y ayuda con lo que puede. Se hace de noche, seguimos trabajando. El enécimo despacho de la jornada. Alegra ver la gran cola que hay para donar sangre. Tratamos de ponerle un poco de buen ánimo al asunto. Por favor, vengan a donar, es para salvar vidas.
Miro a lagent que se amonton curiosa al rededor de la cámara. Les llega al huevo donar, ellos se amontonan para salir un segundo en pantalla. Todo les da risa. Me gustaría que vieran las imágenes de niños con los huesos de las piernas expuestos, o la gente con la cabeza rota que duerme al pie de las ruinas de sus casas. Prefieren quedarse allí y no ir al médico para evitar los saqueos. Lore está impresionada por la destrucción, y con ella todos nosotros. No tienen dónde comprar comida o dónde dormir. Por fortuna llevaron agua de Lima. Le digo que aguante un poco más, que ella es fuerte, y no lo dudo. Mi hermano también es fuerte pero sigue sin aparecer, ni él ni su barquito.
Después del despacho, la gente sigue donando. Háganlo. Se puede hacer hasta tres veces al año. Sólo eviten tener tatuajes de menos de un año de hechos, no tener ETS, hepatitis, o haber comido algo frito en las últimas 4 horas. Fuera de eso, toda la sangre que puedan dar es bienvenida.
El equipo está agotado. Llegó al canal, dejo las chivas, compruebo los horarios del día siguiente. Recojo las cosas que Lore dejó en la redacción antes de salir volando a Ica. Prenso la radio de mi fono, maquinalmente pongo las noticias. Pero ya me hartaron por hoy. Dejo una estación de música al azar. Llegó a la casa.
Hay noticias. Contactaron con la nave de mi hermano. Llega al Callao al amanecer. Yo sólo me siento en la computadora a desahogarme un poco. Mañana seguiremos.
De mi hermano no supimos nada toda la noche. Llego al canal, con ropa más cómoda que el terno que me pongo todos los días. Igual nos toca cubrir lo que pasó aquí. Recorremos toda la ciudad. Me voy a referir a lo que vi en Barrios Altos, en el Callejón del Buque. La miseria allí es difícil de explicar, 150 personas en un solar de tres pisos que convirtieron cada habitación en una casa.
Todo el edificio está agrietado y uno no distingue las rajaduras de la noche pasada, de las de viejos terremotos que el solar ha resistido. Antes de salir en cámaras insisto con mi hermano; no sabemos nada. Una mujer nos cuenta de lo mal que la pasaron. Dos ancianitos me invitan a pasar su casa. El es un hombre paralítico, ella apenas puede ver y es sorda. Me ignora y sigue en su sopa. El homnbre nos explica la impotencia de no poder ssalir, sólo tomar la mano de su mujer que no se quería tomar la medicina.
Mientras lo escuchaba con su tono cansado, pensabe en que esto debe ser el amor. Esperar la muerte, sereno, en un viejo solar decrépito y abandonado como uno mismo; tomando la mano de tu mujer. Incapaz de dejar tu casa así quisieras y hubieran escaleras en vez de tablas empotradas, y uno tuviera fuerzas y 30 años menos, y ganas de empezar todo de nuevo.
Terminamos el despacho. Nos comemos al vuelo un tamal en la tienda de la puerta del solar. Hay que seguir patrullando la ciudad. Ya pasó la hora del almuerzo y el estúpido de mi hermano sigue sin aparecer.
He podido hablar con Lore. Las cosas allá están terribles. Nos hemos visto mutuamente en la pantalla. Es curiosa esta relación. Antes la gente debía esperar una larga carta para saber de las desgracias de un pariente, ahora basta una llamada telefónica (cuando se puede) y en nuestro caso privilegiado, tener la señal del canal que nos permite ver en qué anda el otro. Nos damos consejos mutuamente, tratamos de hacer algunas bromas para levantarnos el ánimo. Nos extrañamos, cada uno hubiera preferido quedarse trabajando al lado del otro, pero así es la vida que hemos escogido juntos.
Ella mantiene el mismo peinado que ayer, imperturbable a pesar de no haber dormido en 36 horas. Es una buena chica, todos saben que va a llegar muy lejos. Nos deseamos suerte, y seguimos cada uno en lo suyo, tratando de no pensar. De mantener la distancia con la desgracia. La gente sigue llegando al canal. Nos preguntan si sabemos de sus familias. Nos dan nombres directamente. Su presencia me ofusca, nosotros no tenemos la llave de sus problemas. Me siento molesto, yo no sé nada de mi hermano, porqué tendría que saber algo de los de ellos. No se los puedo decir, hay cosas que no se hacen. Pobre gente. Me siento una mierda por pensar así.
Todo el día es lo mismo. Donaciones de sangre, de víveres, de frazadas. La gente se pone de pie y ayuda con lo que puede. Se hace de noche, seguimos trabajando. El enécimo despacho de la jornada. Alegra ver la gran cola que hay para donar sangre. Tratamos de ponerle un poco de buen ánimo al asunto. Por favor, vengan a donar, es para salvar vidas.
Miro a lagent que se amonton curiosa al rededor de la cámara. Les llega al huevo donar, ellos se amontonan para salir un segundo en pantalla. Todo les da risa. Me gustaría que vieran las imágenes de niños con los huesos de las piernas expuestos, o la gente con la cabeza rota que duerme al pie de las ruinas de sus casas. Prefieren quedarse allí y no ir al médico para evitar los saqueos. Lore está impresionada por la destrucción, y con ella todos nosotros. No tienen dónde comprar comida o dónde dormir. Por fortuna llevaron agua de Lima. Le digo que aguante un poco más, que ella es fuerte, y no lo dudo. Mi hermano también es fuerte pero sigue sin aparecer, ni él ni su barquito.
Después del despacho, la gente sigue donando. Háganlo. Se puede hacer hasta tres veces al año. Sólo eviten tener tatuajes de menos de un año de hechos, no tener ETS, hepatitis, o haber comido algo frito en las últimas 4 horas. Fuera de eso, toda la sangre que puedan dar es bienvenida.
El equipo está agotado. Llegó al canal, dejo las chivas, compruebo los horarios del día siguiente. Recojo las cosas que Lore dejó en la redacción antes de salir volando a Ica. Prenso la radio de mi fono, maquinalmente pongo las noticias. Pero ya me hartaron por hoy. Dejo una estación de música al azar. Llegó a la casa.
Hay noticias. Contactaron con la nave de mi hermano. Llega al Callao al amanecer. Yo sólo me siento en la computadora a desahogarme un poco. Mañana seguiremos.
3 Comments:
Me alegro que tu hermano esté sano y salvo. La angustia se ha vivido en todos los hogares, y a los infortunados a unas 4 horas de viaje (cuando había carretera), algo mucho peor.
Respiremos por estar intactos y tomemos aire para poner el hombro.
Una terrible pena por todo. Que bueno que tu hermano esté bien, me imagino que fueron momentos de mucha angustia. Un abrazo para ti y para tu familia
Buena crònica para momentos tan dificiles.
Un saludo y un gusto de que esten bien por allá
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