No sabe no opina

Nombre: Gastón
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

martes, 10 de abril de 2007

Tres cientos. Mil

Me estuve esperando a que pasaran los primeros dìas de 300 para poder escribir mis impresiones de ella. A estas alturas, supongo, ya todos se saben por la tele o los diarios de la aventura de Leònidas y sus espartanos; la pelea en el paso de las Termópilas, Xerxes y sus inmortales, en Europa los buenos y en Asia los malos. Hoplitas, lórigas y tremolantes cascos.

Pero no quiero hablar esta vez ni de los espartanos, ni de la excelente novela gráfica de Frank Miller -hay quienes todavía no entienden el truco ese de llevar las viñetas del comic, con todo y lenguaje, a la pantalla movimiento contínuo. Ahora de lo que quiero hablar es de una escenita que me llamó mucho la atención, y casi casi diría que me conmovió. Por ahí que la recuerdan, a mayor gloria de los espartanos.

La primera vez, antes de ver la película, me la contó el gordo Omar alrededor de una mesa, en donde yo era de los pocos que no había visto la cinta. Leónidas marcha hacia el paso (en esa época, según los registros, tenía sólo 12 metros de largo... hoy la erosión la ensancha a kilómetro y medio), y camino a la batalla se encuentra con un grupo de acadios, otros griegos, que le enrostran el que ellos sean mil dispuestos a unirse a lo que creían era un gran ejército, y resultan siendo sólo 300.

Aquí es cuando todos -en la mesa con Omar, y en el cine- todos se emocionan; cuando el rey espartano hace rápida encuesta y ve que los acadios son civiles: herreros, panaderos, alfareros, y él y sus héroes de leyenda hacen valer su condición de guerreros profesionales. "Como ves, acadio, traje más soldados que tú". O sea, honor y gloria para los guerreros imbatibles, nacidos para matar, para volver con el escudo o sobre el escudo. Sí, guerreros!. Puta, qué heroicos los calatos, viste. Esos no tienen miedo. Guerreros!

Esa es la escena. Y eso es lo que me dejó pensando. Los mil acadios. La guerra era tan suya como del resto del Peloponeso, y allí estaban. Eran mil, y como se los hecha en la cara Leónidas, no eran guereros. De nuevo: eran herreros, panaderos y alfareros cuando más. No aprendieron a usar espadas desde los siete años, ni cazaban lobos con las manos desnudas. Eran simples ciudadanos que vivían en paz, y que escogieron salir al paso a un ejército de 250 mil hombres, el más grande del mundo, porque era lo correcto. Poque entre ellos y casa, donde los esperan su madre, hijas, la esposa o las hermanas, sólo están ellos y sus espadas no profesionales.

Puedo entender sundesaliento, cuando parten a la guerra confiados en luchar al lado de los potentes espartanos. Su terror al ver que el rey sólo llevó a su guardia personal. La angustia de saber que en efecto, los soldados eran los otros, es decir, los espartanos y los persas, pero no ellos.

Ellos, los acadios, como cualquier pueblo que siente que se le viene el invasor encima, salieron por las bravas, a pelear. Porque era lo correcto (de nuevo). Miren el mismo enfoque, cuando a los acadios los quieren hacer heroicos. Sin salirnos del cine. Vean "Cartas desde Iwo Jima"; un panadero (coincidencias de la guerra) es arrancado de su casita en Japón para enrolarse y prestar servicio en una playa que todos sabían era su tumba frente a la enorme maquinaria gringa. Pero igual fueron.

Y allí se quedaron los acadios, relegados a un segundo plano, pero sin irse. Haciendo labores menores, pero haciéndolas. Mientras que los 300, la verdad sea dicha, se batieron como nadie contra olas y olas de persas. Destacados como mensajeros y vigías, los acadios. Que igual se la tenían que jugar porque la guerra es tan de los héroes como de los panaderos.

Al final los ponen a cuidar un paso de cabras. Al tercer día, los espartanos son traicionados y los 10 mil inmortales de Xerxes degollaron una guarnición de herreros, panaderos y alfareros, para caer por la espalda de los espartanos y hacerlos pasar a la historia. El resto, no cuenta.