No sabe no opina

Nombre: Gastón
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

sábado, 23 de setiembre de 2006

El adiós

Artista: Enrique Bunbury
Album: Flamingos
Canción: Y al final, ...

Permite que te invite a la despedida
no importa que no merezca más tu atención,
así se hacen las cosas en mi familia
así me enseñaron a que las hiciera yo.

Permite que te dedique la última línea
no importa que te disguste esta canción,
así mi conciencia quedará más tranquila
así en esta banda decimos adiós.

...y al final
te ataré con todas mis fuerzas,
mis brazos serán cuerdas al bailar este vals
...y al final
quiero verte de nuevo contenta
sigue dando vueltas
si aguantas de pie.

Permite que te explique que no tengo prisa
no importa que tengas algo mejor que hacer
así nos podemos pegar toda la vida
así, si me dejas, no te dejaré de querer...

*-*-*-*

Con esa canción acabó la (internamente) la transmisión desde Madrid. No salió al aire por motivos propios, per el video hecho fue impresionante. Ya cada cual dirá si lloró o no. Creamos albumes de fotos digitales, así que tenemos el asunto no sólo en el recuerdo, si no full documentado. Y por fin bajaron al chanchito y le pude dar su beso de despedida (la próxima vez le sacaré el polvo, jaja)

Pasu, nunca pensamos que una canc`´on se le pueda dedecar a algo y no a alguien. Iván la rompe.

Adiós casa, ya nos fuimos.

jueves, 21 de setiembre de 2006

De Madrid a América

Al final, el asunto tiene su gracia. Toda la vida jugándola a los Tercios Viejos (con algunas nuevas adiciones de digna mención en el parte de ocurrencias) y resulta que ahora la última aventura, the last stand, como dirían los herejes de Su Graciosa, es como los viejos desgraciados de la vieja infantería.

Cubiertas todas las expectativas, pues nos vamos de Madrid, nuestro bastión por siete años. Puesto para que se entienda: que nos mudamos de nuestra callecita miraflorina.

No más amaneceres con olor a mar, ni el sol poniéndose en el malecóm, ni pararse en la puerta de la Moy -de los últimos verdaderos "chinos de la esquina" que quedan en pie-, ni tener una callecita casi casi privada donde salir a beber botellones de agua o fumar un cigarrito entre trabajo y trabajo. Toca mudarse. O toca joderse, como dirían concretamenete los españoles de España, que salieron de la otra Madrid a hacer la América.

Y así estamos. A nosotros también nos toca hacer la América. Mientras escribo esto, los restos de lo que fuimos siete años están siendo embalados en cajas y más cajas. Incluso se puede ver -por desgracia- todo el jaleo a la espalda de nuestros presentadores mientras leen las noticias en pantalla, de reloj ausente. Esta noche es la última que me acostaré para, de madrugada aún, irme a trabajar caminando, con el olor de los jazmines conforme me acerco a Madrid; con un poco de suerte, con el olorcito a pan recién hecho que nos llega desde Vivanda a esa hora en que la ciudad no despierta todavía.

Todos nos estamos tomando fotos, por supuesto. A montones. Y mañana, a estas horas, Dios mío, quizá ya cuando esto haya sido leído por alguien, el chanchito habrá bajado de su vuelo eterno de la Tuerca. Adiós, chanchito. La cosa será tan en serio que tendremos una cosita pequeña (difícil llamarlo ceremonia) a la hora que nuestro guardián volador sea bajado durante el cambio de horario. Por supuesto -qué digo... esperamos- para ocupar su lugarcito en nuestra nueva casa.

La primera vez que fui, recuerdo, pensaba que con algo de suerte podría ver en alguno de los pisos cómo se grababa un noticiero. Lizalud misma, un día que me pasa a buscar, llama al fono y me dice, baja, que estoy en la puerta. Jajaja, la casa sólo tiene un piso, chiquito, entre dos casas de clase media de Miraflores. Y allí se hacía la magia. Hasta el M, me llamaba al cel para decirme, oye, ese de la casaca amarilla, no eres tu?. Hijito, arreglate la corbata. Oye, compadre, no te pongas de espaldas a la cámara que se te ve la pelada. A ver si se cayan todos de una vez, estamos al aire y se mete el ruido...

Así que allá vamos. Ya estubo bueno eso de llegar de comisión y ver que se llevan puertas, paredes, mamparas, muebles. Ya saben, quienes hayan visto las entrañas de la casa, saben que todo es desmontable, efímero, fugaz y volátil.

Menos lo que dejamos, y la historia que allí hemos escrito. Listos como los aventureros de la otra Madrid. Con un par.

miércoles, 20 de setiembre de 2006

Como nosotros (ahora sí)

Caí en la cuenta que hace mucho colgue esta canción, sumillada incluso, pero que no la puse completa, sòlo la mitad. Como se trata de un error imperdonable (jajaja), pùes aquí la coloco de nuevo, para todos nosotros.

La escuchaba el otro dia con màs gente como nosotros, y me di cuenta que sí, que se puede cantar a dùo. Cada estrofa tiene su significado especial, pues. Los amigos pueden ser poquitos, como para que se cuenten con una mano, pero si sienten que pueden cantar esto y a dùo, o en grupo, notaràn que se trata de garndes amigos. Hagan la prueba.

Rubén Blades no falla.

Hemos vuelto.


Tiempo:
Llévame de vuelta a los días cuando corría con mi perro,
A la tienda del Chino,
A comprar diez centavos de pan y cinco de queso blanco!
Devuélveme las tardes cuando la mano de mi abuela
Me llevaba hasta el final de la Calle 13 Oeste, en Santa Ana,
A ver el Mar del Sur!
Regrésame a las noches cuando el aroma a jasmin
Sembrado en latas,
Se derramaba desde los balcones,
Por todas las calles de San Felipe!
*-*-*-*-*-*-*

Cuando era niño mi barrio era un Continente,
Y cada calle era un camino a la aventura.
En cada esquina una memoria inolvidable,
En cada cuarto una esperanza, ya madura.

En nuestros viajes de ida y vuelta a los luceros
Fuimos piratas, saltimbanquis y vaqueros.
Nuestra pobreza nunca conquistó al dinero,
Pero en las casas nunca se rindió el "Yo puedo"!


Me iba a la cama con la fe del que ganó.
Me despertaba con la paz del que aprendió
Que lo importante en esta vida es el tratar.
Que lo que cuesta es lo que no voy a olvidar!

Crecí luchando, como los otros,
Los que crecieron como yo,
De humilde cuna, con su fortuna hecha de sueños,
Como yo, como yo.


Mi adolescencia no fue fácil de llevar:
Como tratar de atar un zapato al caminar.
Nuestra inocencia retrocede al comprender que,
(En la vida real),
La injusticia puede golear a la verdad.

Muere familia, se nos va el primer amor,
Se confunde lo que una vez se afirmó,
Una mudanza deja al viejo barrio atrás,
Crece el bigote y la responsabilidad...


Trabajaba y pensaba si otros, como yo,
Siendo tan jóvenes sentían mi soledad,
Si aún compartían nuestras almas la ilusión
De que "el muchacho" siempre triunfara al final.

Me preguntaba si aún habrían otros,
Como nosotros, como yo,
Aún resistiendo, aún sin rendirse,
Aún recordando, como yo, como yo.


Y en la curva de los años me encontré
Con los muchachos con los que solía jugar,
Con los que senderos de estrellas caminé,
Cuando el horizonte era un atajo sobre el mar.

Y recobramos las memorias con café,
Y nos tratamos aún de tú, y no de usted,
Y reafirmamos la lección que el tiempo da:
Que cuando hay vida siempre hay posibilidad!


La lucha sigue, y sobrevive como nosotros,
Como yo,
Y en otros barrios hay otros niños como nosotros

Como yo,
Como yo!
Coro: Como nosotros!

domingo, 17 de setiembre de 2006

El criminal y la coca cola

Por primera vez en mi vida, estuve parado a un metro de Abimael Guzmán. Valga decir que la experiencia me impresionó tanto como para sentarme a escribirlo. Estaba allí, sentado junto a Elena Iparraguirre, Oscar Ramírez (la gente insiste en llamarlo "Feliciano") Osmán Morote, y todos esos nombres que en mis días de colegio asocié a coches bomba, apagones y a primeras planas con gente deshecha a todo color.

Cuándo uno se pregunta qué lo llevó a escoger la vida que tiene, la respuesta suele andar en un hecho de infancia. Yo me decidí a ser periodista esos domingos por la noche, echado en la cama de mis papás, entre Panorama y En Persona -a veces era Contrapunto- viendo el desfile del horror. Los reporteros caminando por la puna tras los pasos de una columna senderista, reconstruyendo el ataque a una comisaría, un juicio popular, una emboscada, balas, sangre, miedo, horror, valor, mierda, Tarata, Lucanamarca, Frecuencia Latina, los recuerdos de mi infancia y al final, mi vocación.

Así lo estuve mirando rato largo. El de espaldas, el cabello cano, la barba macilenta y el bigotito recortado que asomaba cada vez que se giraba a hablar con otro de los procesados. La pinta de cualquier jubilado sentado a la espera de su combi, pero éste tenía muy mala sombra. Zorba el griego y la captura del siglo vistos en la tele tantas veces y ahora lo tenía allí, tan cerca que podría haberlo tocado de no mediar un vidrio blindado y los agentes de seguridad necesarios.

Me miró, o yo creo que me miró, no sé si los vidrios son polarizados del otro lado. Pero sé que mis ojos cruzaron los suyos. Vi a los ojos a Abimael Guzmán Reynoso.
Un fulano que ojeaba periódicos mientras la fiscalía iba repasando el catálogo de la barbarie. Que devolvía la sonrisa a su mujer cuando ésta le hablaba, y que agradeció el vaso de coca cola que les ofrecieron en el intermedio, como en el cine (de qué carajos se reía la chica de la coca cola).

Al final, las sobras de la botella que les repartieron a los senderistas, se la sirvieron al policía que cuidaba la puerta.