No sabe no opina

Nombre: Gastón
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

jueves, 31 de enero de 2008

Lima se lleva en la barriga (segunda parte)

¡A comerrr! Miguel "el Chato" Barraza

A pedido de los estómagos de la hinchada -y de los que tienen el estómago hinchado, que no deben ser pocos- aquí va la segunda parte del correo que me mandaron acerca de las maravillas culinarias de nuestra ciudad.

Como siempre, haré mi humilde aporte en cursivas por si algo me llama la atención. Y me voy, dejando una pregunta en el aire, arrepentido de tener que despedirme de tanto sitio por una temporada, mientras se me sanan las cañerías internas. Y tú, dónde has ido a comer últimamente?

Lima engorda (segunda parte)

Si es cierto que para comer buenas carnes hay que irse hasta Argentina, también es verdad queEl Hornero da la pelea honrosamente. Allí también La Carreta y El Rincón Gaucho (sí, todavíoa existe y sus olores me llevan a cuando tenía 5 años), aunque ninguna,ninguna se compara a las parillas que hacía Carlitos achicharrándose el estómago.

La mejor pasta que he comido fueron los tallarines verdesque preparaba mi madre pero, ahora sin ella, hay que ir a La Trattoria di Mambrino (nada, los fideos rojos de satrén que hace mi padre pasarán de genración en generación... no existe nada tan seco, ni el pan con galleta), lugar imperdible donde los dueños (Sandra y Hugo) atienden de maravillas (aunque Hugo no perderá la ocasión de hacerte brindar con un vino 'buenísimo' y caro (eso es una pendejada rayana en lo ilegal), no importa, los ravioles rellenos de camote justifican la cuenta). Donatello (en la Encalada) es un clásico y allí, Rosa María y Lalo, hacen pasar a sus clientes momentos extraordinarios con platos de antología. Sin
embargo, también hay otros lugares célebres como el San Seferino (san Cefe! donde los platos cobran vida y te saludan) o Don Vito (del cual huimos alguna vez mis amigos y yo en la adolescencia cuando vimos los precios y nuestras magras propinas no alcanzaban para ese lujo).

Si de Pizzas se trata, está el inolvidable, Don Rosalino, en la siempre socorrida y polémica 'calle de las Pizzas'; o, más de postín, se pueden probar las novedades de Antica o la deliciosa pizza 'al pesto' de La Linterna (la piza de galleta, es rica, pero necesitas muuuucha chicha para acabarla, jajaja) (junto con una fresca ensalada de berros).

Para visitar cafeterías también Lima tienen lo suyo. Mi favorita es el Café-Café, donde me siento como en mi casa y donde Alberto está siempre dispuesto a satisfacer a los molestos clientes (como
yo) con los platos que se nos antojan (estén o no en la carta). Después, tenemos La Baguette (por gracia de Lore, mis kilos de peso se los debo a sus quiches y "esas" galletitas"), con un pan delicioso, y La Bomboniere, con una canastilla de sanguchitos para el lonche que son un pecado. Ahora hay tantas y tan buenas que en la carrera de las cafeterías no se quedan muy atrás ni la San Antonio (el mil hoja de fresas con crema chantilly) ni Bocatta (sus helados), ni Delicass (sus desayunos), ni T'anta (con platos tan exquisitos que ellos podrían alegar que son un restaurante, o si no me remito a los anticuchos shuller o al lomo saltado).

Claro que si se trata de una exquisitez, de una rareza, de darse una molestia por algo singular, es imposible dejar de ir a comer los dulces incomparables (torta de profiteroles, relámpago de lúcuma) de Italo, allá, medio perdido, en Magdalena (sííí, quedaba por mi casa, el italiano mago de la crema chantilly) (en febrero no atiende). No sé si aún seguirá Lucho en San Miguel, una esquina cualquiera a dos cuadras del parque de la medialuna, pero la crema volteada de allí, servida por la incomparable Dorita, no tenía competencia.

Para sánguches, La Rueda (siempre que los prepare Zósimo -hay que decirle que somos recomendados 'de pepito'-) o El Peruanito en Miraflores o Macarios en Surco o el Palermo (donde también hay una leche asada muy buena, como las de antaño). Aguante, aquí faltan los sánguche de El Campesino, en Surco, que hace delivery; el Tejadita, que era (es) una puertita misia en Barranco, y por supuesto, La Pava, que cualquier cosa con salsa de acxeitunas y honey mustard queda de la PM y queda ademàs en la esquina de mi casa, jeje) La novedad es un lugar moderno llamado Pasquale Hermanos (pasé por allí y me comí un pan con chicharrón, pero aún está lejos del sabor de los de Mala; es que eso de 'sánguches medio gourmet' no me convence, es como comer pollo a la brasa con cubiertos de plata cuando todos sabemos que se disfrutan mejor apeándose, con la mano). Si le exijo a mi memoria, recordaré que los mejores sánguches que probé alguna vez fueron los de esa esquina en el Centro de Lima, cerca del jirón Quilca, donde iba con mi papá (diabético precavido) cada cuatro o seis meses a hacernos (y hacerse) exámenes de sangre con el doctor Ordoñez (el sánguche era el premio por la mañana de ayuno y el lugar tenía un encanto especial, siempre lleno, siempre apurados los que atendían en la barra, esa barra donde uno pedía y pagaba y comía acomodándose
donde pudiera teniendo de telón de fondo un mostrador donde se hallaban expuestos, con sus carnes doradas, docenas de pavos horneados, jugosos y listos para ser tasajeados por el sanguchero).

Aguanta de nuevo! Protesto, señor juez! Y el Queirolo, y los panes con jamón serrano y azúcar que sirven en El Cordano, con café con leche. Y el "pan con muerto" del mercado de Magdalena. LAs totstaditas con matequilla de El Haití? Hum, tendré que averiguar quién escribió esto y hacerle mi propia aventura culinaria.

Eso sí, si se trata de acompañar el sánguche de los más deliciosos jugos de frutas que jamás se han hecho en Lima, no se puede dejar de ir a Las Delicias a tomarse un celestial jugo de mandarina con granadilla acompañado de un sánguche de lomito con palta o a disfrutar un sánguche de pollo y mayonesa maridado con un juego de lúcuma bien frío.

Ah, ¡la lúcuma! Si algo tiene Lima que nadie más tiene, es una oferta interminable de helados de lúcuma, esa fruta sagrada que crece en el Perú y en el norte de Chile, esa fruta única, de sabor inconfundible y radical que solo acepta fanáticos irrecuperables como yo. Antes que cualquier otro, un helado D`Onofrio de lúcuma (que no tiene nada que ver con el sabor original de la fruta pero que es el gusto con el que crecimos todos los peruanos que asaltábamos la carretilla del heladero que pasaba por nuestras calles y parques haciendo sonar esa inconfundible bocina), y luego,
claro, podemos ir a una de esas heladerías maravillosas que hay en la ciudad. ¿Las mejores?, el Quatro D y Laritza. No obstante, es necesario dejar claro que nadie ha comido un verdadero helado de lúcuma si es que no ha pasado por el kilómetro sesentaitantos de la carretera al sur y ha parado en Chilca, junto a ese kiosquito que dice 'Helados> Ovni' (descubrí maravillado que los venden el Wong del Ovalo Gutiérrez!), tan deliciosos que solo pueden competir con el nostálgico zambito de lúcuma del TipTop (donde también es imprescindible comerse una tiptorella (media porción a 10 soles con 90) acompañada de un milshake de lúcuma).

En fin, Lima engorda, deliciosamente, pero> engorda.

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martes, 29 de enero de 2008

Lima se lleva en la barriga

La Lima que yo quiero
es mi Lima vivandera, ¡sí!
Ciudad mazamorrera,
de anticucho y picarón
.
Canción Popular

Recibí un correo, donde no figura el autor y lleva por título "Lima engorda". Todavía estamos en el mes de aniversario de nuestra ciudad, y a mi me gusta comer, qué buena combinación. Quien haya escrito la nota ha vivido fuera un tiempo, se nota, y de veras disfruta de hincar el diente, y se ve que además lo hace con el gusto de exponer nuestra fabulosas cocina a quienes no son peruanos. Aquí tengo la suerte de tener algunos visitantes de fuera, así que por eso también me siento orgulloso de licir mi comida (no la barriga que me sale producto de ella, ojo)
Estoy colocando la nota, y en cursivas alguna opinión que se me antoje en el camino. Disfruten!

Lima engorda

Lo primero que debe hacer uno al llegar a Lima es comerse un pollo a la brasa con muchas papas fritas con mayonesa y una generosa porción de palta, todo eso debe estar acompañado de una Inka Kola bien helada (diet, para los que quieren conservar la línea) o una jarra de chicha morada (delicia del maíz morado hervido con cáscara de piña). Claro, para comer pollos hay para escoger, desde las más socorridas pollerías de barrio, como el Memphis en Aviación, (recuerdo el 1/4 de pollo con papas y ensalada de 4 soles que comía luego del D&D por allí) hasta la ahora internacional cadena del Pardo´s Chicken, pasando por La Granja del Abuelo (donde puedes disfrutar, de paso, del inolvidable 'choclito' José Antonio). Si el asunto es por volumen y se trata de retar el vientre(a este muchacho le falta conocer el indomable "Buen Sabor" y sus platos ministro), bien pueden disfrutarse todos los pollos que el cuerpo aguante en la clásica Granja Azul o en el más reciente El Pillo, ambos a las afueras de la ciudad (imperdibles los anticuchitos de hígado de pollo con mayonesa). Para los nostálgicos, nada como un pollo del Rancho o del Pollón, esos decanos. (Y las fiestas infantiles con olor a pollo a la brasa... uf!)

Tampoco es posible pasar por Lima sin comerse un ceviche, unas conchitas a la parmesana, una jalea, un chicharrón de calamares(y de allí en mi caso, a la clínica) o una corvina a la chorrillana. Cevicherías hay muchas; la mejor, para mí (dice el autor de la nota), no sólo por la comida sino porque la sazón y la atención de Paola son memorables, era El Gato que, liquidadas sus siete vidas, ha pasado al recuerdo; creo que esa fue mi gran ausencia esta vez. Sin embargo, tenemos otras, desde las de más 'producidas' como Pescados Capitales, La Mar o El Segundo Muelle (la mejor, sin duda, es Costanera 700, donde te puedes comer una chita a la sal que de deshace en la boca acompañada de un chaufa de pescado inimitable. (No, a mí me gusta más Segundo Muelle. Punto Azul es mostro, pero mucha cola), hasta las más populares y típicas como Punto Azul, El Limón o Punta Arenas. Cualquier limeño que se respete conoce una cevichería, 'la cevichería', ese lugar fabuloso donde se prepara 'el mejor ceviche de Lima', a decir de los parroquianos (el resataurante de Nico, Miramar, por ejemplo, que hacen un picante de mariscos mostro, y adems de quedar cerca de la oficina, es de un amigo).

Pisar el Perú y no comerse un chifa es un delito (y si no lo es, debiera tipificarse). No hay lugar en el mundo donde la comida china sea mejor, ni en China. El acriollamiento de las costumbres culinarias que trajeron los coolíes cuando fueron engañados y esclavizados por los hacendados en el siglo XIX, dio como resultado una mezcla fenomenal en la que se funden tradiciones asiáticas, africanas e indígenas en un alimento único por su variedad, por sus aromas y gustos. Chifas hay miles y el mejor es el del barrio de de nuestra infancia, el que estaba junto 'al chino de la esquina' (la bodeguita socorrida. Nada como la Moy... allá en el antiguo canal), ese con media docena de mesas siempre abarrotadas, cocina de dudosa pulcritud y utilencilios grasientos donde la inmensa sartén (el wok) jamás ha sido lavada y guarda allí, en medio de los refritos pegoteados, el secreto de un sabor inconfundible e inigualable (sabían que originalmente los chifas no tenían cuchillos?). Un arroz chaufa, unos wantanes fritos, una gallina tipakay, un pollo chijaukay, un chancho al ajo, un pato pekinés o una deliciosa tortilla de verduras, elevan al más distraído al sétimo cielo. Si bien el mejor es que mejor conocemos, hay muy buenos como el Wa Lok, el Salón Capón, el Tití, el de Charito (en la cuarenta de Paseo de la República) o el que está en la avenida El Polo, cuyo nombre jamás supe (pucha, cuál será...) Si se quiere ser más exclusivo y excluyente bien se puede ir al O-mei, al final de la Javier Prado (el pato pekinés allí es soberbio), jamás defraudará.

Si de comida criolla se trata hay lugares tan célebres como el José Antonio, el Señorío de Sulco o Las Brujas de Cachiche (mejor lleven la tarjeta, la plata para la cuenta no entra en la billetera), aunque para tales menesteres sea mejores los 'huecos', los restaurantes de la gente de a pie que abundan en el centro o en las zonas más típicas, esos lugares con media docena de mesas que se las arreglan para atender infinidades de clientes que van hasta Barios Altos, La Victoria o el Rímac, solo por su sazón (qué rico!). Siempre quedan, ahora renacidos, los kioskos del Estadio Nacional (no tan rico!) donde las anticucheras lo esperan a uno para preparar los chinchulíes, el anticucho, la papita dorada, todo con su ají con huacatay y su chicha (sí, chicha!!, en esos baldes con un hielo flotando dentro de una bolsa para no aguar la bebida, jajaja, qué tiempos!). Y, claro, de postre, impostergables, insuperables, infinitos, unos picarones magníficamente bañados en la más dulce miel de chancaca.

*-*-*

Hasta aquí la primera parte. Luego siguen las pastas, carnes, sangucherías y cafés. Qué rica es mi ciudad!

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viernes, 25 de enero de 2008

La vida es sueño

¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿Qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción.

Y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Don Pedro Calderón de la Barca, de "La vida es sueño"


Así suele suceder. En estos momentos, mientras escribo, siento como los ojos me raspan, los párpados me pesan y a gritos mi cerebro pide que lo desconecte un ratito. Detrás mío, en uno cómodos sillones de cuero, frente al televisor, hay sentadas ocho personas. Seis de ellas están con los ojos cerrados. Cabezas ladeadas, brazos cruzados sobre la barriga, sonrisas beatíficas y caras de yo-no-fui.

A qué viene todo esto. A mi nuevo turno en la rotación de la oficina. Me toca ingresar a las seis de la mañana, lo que equivale no sólo despertarse a las cinco, si no que para eso -ay mísero de mí, ay infelice- debo acostarme, a más tardar, a las 11 de la noche. Qué fácil, no? LA cosa es que entre que me acuesto y me duermo, mi cuerpo recién suele ponerse de acuerdo como a la media hora.

Hasta allí el tema no es muy grave. Técnicamente debo dormir ocho horas. Según quién, según yo por supuesto, y mi grado de cansancio. A veces, según las exigencias de la jornada, llego a mi casa y me quedo dormido a media tarde. Lo malo es que resulta siendo arma de doble filo, porque cómo le explico al resto de mi cuerpo, que declaró su independencia de mi cerebro hace una punta de años, que se duerma de nuevo a las dos o tres horas, y no me tenga rebotando en la cama, como yonki en bajada, a4 horasde levantarme para ir a trabajar. O mejor aún, cómo mantengo un ritmo de vida normal, con la gente reuniéndose a hacer algo y yo cayéndome a mitad de reunión, o de película, o dena o lo que fuera.

Ya sé. La culpa la tienen mis padres. Ellos, precursores de Ned Flanders, el vecino santurrón de Los Simpsons, nos convencieron al trío de tetudos que formábamos con mis hermanos, de que se iba el sol y nosotros a la cama. Su excusa era que como debíamos estar en el colegio a las 7 de la mañana, un horario criminal, por demás, debíamos dormir lo suficiente. Años después recién comprendimos que era su forma de lidiar con tres niños que se llevan un año entre sí, para que dejen de joder temprano y la casa no se caiga a pedazos. Pero la costumbre de dormir mucho se me quedó.

En la universidad se desterró un poco . Vamos, que uno es joven y de lo más normal salía de clases un viernes por la noche, cervecitas, baile, y allí estaba el sabado por la manana en razonable estado de cordura. Pero reflexionando, dormir esrico. A veces da un poco de cargo de conciencia,o de fastidio puro y duro, descubrir que uno se levanta y zaz, se acabo el dia, basicamente porque uno lo empezo como a la una de la tarde.

Y es que ese es otro tema. Pocas cosas deben de haber mas gratificantes que pasarse un domingo, en pijama, solo o acompanado, segun las posibilidades, tirado en la cama como un sapo, viendo television, cualquier cosa que den, comiendo y haciendo todo sin moverse de esos maravillosos tres metros cuadrados de sabana y colchon que en esos momentos constituyen la patria verdadera de todo hombre.

Bueno, se habra notado (la verdad es que espero que no) que estos ultimos parrafos no tienenacentos, ni letras enies. Y es que lo termine por la manana. Me he despertado temprano, a las 7 y 30 a eme -suelo hacerlo 2 horas y media antes para ir a trabajar- y quise terminar esto. Pero no estoy en mi compu tradicional. Estoy en la laptop de Lore. Y claro, esta dormida, y supongo que si quiero ver el proximo amanecer, la debo dejar en tal estado y no preguntarle donde diablos estan los botones que siento que le faltan a esta maquina de escribir, con televisor.

En fin, sigue siendo rematadamente temprano. No hay nada en la tele, desde la ventana se ve que la ciudad esta dormida, asi es que mejor yo voy haciendo lo mismo. Total, es gratis y no necesitas ropa ni equipo especial para hacerlo.

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domingo, 6 de enero de 2008

Los Reyes

Los tres fulanos vestidos con púrpura de guardarropía y coronas de papel dorado, que a pesar de Santa Claus y del primer imbécil que lo trajo, de la modernidad, de las teleseries gringas, del ex ministro Solana, del nuevo look del Pepé y de toda la parafernalia, siguen saliendo a la calle cada seis de enero, con tres camellos y un par de cojones, constituyen la única causa monárquica a la que de verdad me adiero plena e incondicionalmente.
Arturo Pérez-Reverte, ¡Vivan los Reyes (magos)!


Nosotros siempre hemos celebrado la Navidad. O sea, nosotros como colectividad, y yo pensaba que ese nosotros nos incluía también la celebración de la Pascua de Reyes. Y ahora, a la edad, resulta que no. Que casi nadie celebra esa fiesta, que yo, como siempre la celebré con primos y hermanos y papás y todo eso, pensé que era de lo más normal.
Ya sabía que en España tienen la pésima costumbre (para los niños, claro) de dar los regalos de Navidad recién con la llegada de los Reyes, que es, técnicamente, cuando Melcho, Gaspar y Baltazar llegaron con sus ofrendas para el niño, el Dios y el rey... ahhh, por eso eran el oro, mirra e incienso, mira tú, todos los días se aprende algo nuevo. El tema es que muy bien, aquí no hay esa costumbre, pero igual ese día siempre se ponía un chocolate o algo en las botas que formaban parte del atiborrado set de adornos navideñois que hay en mi casa, donde parece que al trineo de papa noel lo hubiesen usado de coche-bomba para que estalle en mi sala.
El asunto, antes de desviarme más del tema, es que la celebración va cada vez más en desuso, al punto de que mucha gente no creía que en mi casa se celebra bajada de reyes. Cosa muy lógica si es que uno de niño prendía la tele y veía que todos los programas del medio día que le decían a las mamás como ser mejores mamás, se mataban haciendo postres y roscas de reyes y todo eso. Y yo pensaba, uuuy, cómo cambian los tiempos, si recuerdo a los abuelos contando que en las bajadas, la gente se reunía frente al nacimiento. El de mi mamama Bertha ocupaba una enorme parte de su sala, y toda la familia ponía un donativo para bajar al pesebre un camellito, un burro, un pastor o lo que sea. La costumbre se ha perdido y pensé que quedaba la otra. Pero ni eso.
He visto temprano una nota sobre los policías que hacen de Reyes Magos. Y allí están ellos, con sus túnicas de rayón y sus coronas de papel crepé brillantes, tratando de que la costumbre no se muera, aunquelos niños les preguntan para qué vienen si papa noel ya trajo los regalos.
Y me da pena pensar que todavía vienen porque ya no tienen a dónde ir.

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viernes, 4 de enero de 2008

Año nuevo

Hasta las seis de la mañana me vacilo,
hasa las seis de la mañana me amanezco
Armonía 10


Bueno, la verdad es que no se me ocurría qué poner luego de eso. Aquí estoy, sentado en pleno primero de enero, en la oficina, a media tarde. Eso no tiene nada de extraordinario, en gente como nosotros, acostumbrados a trabajar en estos dìas feriados, que curiosamente, son de los que producen màs noticias.

Lo verdaderamente asombroso es que el cuerpo y la cabeza me duelan tanto. Bueno, en realidad no es tan asombroso, si consideramos que estube de fiesta hasta las cinco de la mañana. Está bien, dormí hasta la una de la tarde, pero solo para comprobar miserablemente que ya no somos los chibolos de antes. Todavìa me acuerdo cuando el viernes uno podìa ponerse hasta arriba de cerveza o esa mezcla de pampero (así, con minúsculas) y gaseosa, que era lo que nuestros bolsillos universitarios podían costear, para llegar a la clase del sábado por la mañana, no frescos como lechugas, pero sí en un razonable estado de salud y ecuanimidad.

Lo de la noche estubo bueno. Y como dicen que la vida da vueltas como los cìrculos, hubo piñata, gorritos y picapica. La diversión asegurada con esos éxitos bailables de toda la vida, como El General y otras joyas noventeras, ya que para los 80, suficiente connç todo lo que me agobia la radio. Ahora toca trabajar, qué le vamos a hacer.

Empieza un año nuevo, como un bloc de notas recién comprado, con las hojas limpiecitas y los exteriores sin doblar. Vamos a ver qué apuntes se anotarán aquí y cuántas hojas serán arrancadas... para hacer avioncitos, escribir un teléfono, remplazar el papel de baño. Las posibilidades son infinitas.

Lo que no es infinito es el tiempo del que dispongo, porque si algo seguirá igual este año, es que hay que trabajar para pagar las cuentas.

Update: Es 4 de enero, y recién veo que esto no se púclicó. Qué le vamos a hacer.

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